Pasaron semanas desde aquella noche en Galaxia y aquella mañana en
que Dubhe intentó besar a Deneb. Ninguno
de los dos volvió a mencionar aquel suceso, pero ambos, de manera muy diferente,
no podían dejar de pensar en lo distinto que hubiese todo si sus labios se
hubiesen juntado: En Dubhe aquel día comenzó a florecer una sensación de
enamoramiento hacia Deneb, difícil de explicar, diferente a lo que llegaba a
sentir con otros chicos. La relación de Deneb y Crucis se había convertido
entonces, en lo que él quería para sí. El sexo vacío, del que ya era todo un
experto, había comenzado a aburrirle. Par Deneb en cambio, todo era un poco más
culposo, aunque no sucedió nada, la tensión que se generó ya le parecía
suficiente motivo para cuestionarse qué quería para sí. No negaba la belleza de
Dubhe y lo bien que se llevaban como amigos, pero no había comparación con los
sentimientos que tenía hacia Crucis, del que se sentía atraído desde hace
mucho, mucho tiempo y después de que
parecía algo imposible, como si los astros se alinearan en una configuración
muy compleja, la relación se dio.
Dubhe se alejó de Deneb, tal vez
no de manera física, seguían viéndose y compartiendo, pero ya no le lanzaba
indirectas, ni bromas, y apenas era capaz de mirarlo a los ojos. Deneb por otro
lado, pretendía fingir que todo seguía
igual y trataba de omitir esa distancia evidente que comenzaba a generar
sospechas en los demás. Canopo por ejemplo estaba muy intrigado e imaginaba que
algo había ocurrido después de aquel día en el club.
-Aún no comprendo porque están
enojados ustedes dos- comento el chico de blanca cabellera, mientras tomaba un
helado, junto con Deneb.
-¡Nada de eso, todo marcha
bien!-mintió el muchacho, esquivando la mirada de su amigo.
-Vamos, ya no se hacen bromas,
coquetean ni nada- respondió Canopo.
-Es por mi relación, no creo que
a Crucis le gustase que continuáramos comportándonos de esa manera- volvió a
mentir Deneb, aunque esta vez sonó convincente.
-En eso tienes razón, él es un
chico muy especial, poco común en este ambiente, en esta ciudad, en este mundo,
diría yo- señaló Canopo.
-Exacto- murmuró Deneb y casi
pudo sentir el sonido que producían todos sus sentimientos hacia Deben
magnificándose.
Inevitablemente Deneb había comenzado a distanciarse de Crucis, a comportarse más frío. Lo que representaba una lucha
terrible consigo mismo. Le parecía una tontería haber sorteado tantos dilemas,
finalmente haber encontrado el amor y sentir que…alguien más comenzaba a
atraerle. Crucis percibió la distancia de su novio, también como él y Dubhe no
se comportaban como antes, pero quiso creer que era el distanciamiento típico
de los amigos cuando se comprometen y dejan un poco de lado a los conocidos. Aunque
las caricias, los besos y todo en general comenzaran a parecerle muy
diferentes. Fue ineludible comentar lo que estaba sucediendo. Una tarde, en
medio de uno de los jardines del campus. Crucis
le manifestó a Deneb lo extraño y errático que le parecía su
comportamiento. Que los primeros días le habían parecido maravillosos, pero que
todo era muy diferente ahora y necesitaba estar seguro de estar haciendo lo
correcto y esa actitud no le ayudaba en lo absoluto. Creyó que lo mejor sería
darse un tiempo y sin que Deneb pudiese contra argumentar, se levantó y se
alejó caminando hasta desaparecer entre la multitud.
Deneb ni siquiera pudo moverse,
su corazón dolía, pero de una manera muy distinta a lo que había imaginado,
comenzó a llorar y tomó su móvil para pedirle a Canopo que fuera en su
búsqueda, pero su amigo nunca contestó. Miró detenidamente en la pantalla de su móvil el número de Dubhe,
pensó un buen rato si llamarle o no, todo era muy confuso, había cambiado
tanto, pero en ese instante necesitaba de alguien y casi por un impulso ajeno a
él, terminó discando a Dubhe. Él contestó inmediatamente y al escuchar el
estado en que Deneb se encontraba, no dudó en ir en su ayuda.
Caída la noche, en el campus,
Dubhe encontró a Deneb aún sentado en la banca. Fue la primera vez en semanas
que volvían a mirarse a los ojos, y todas esas emociones que sintieron aquella
mañana, parecieron reflotar con peligrosa intensidad.
Continuará.