domingo, 8 de abril de 2012

Capítulo 8: Deseo, culpa y ruptura


Pasaron semanas desde  aquella noche en Galaxia y aquella mañana en que Dubhe intentó besar a Deneb.  Ninguno de los dos volvió a mencionar aquel suceso, pero ambos, de manera muy diferente, no podían dejar de pensar en lo distinto que hubiese todo si sus labios se hubiesen juntado: En Dubhe aquel día comenzó a florecer una sensación de enamoramiento hacia Deneb, difícil de explicar, diferente a lo que llegaba a sentir con otros chicos. La relación de Deneb y Crucis se había convertido entonces, en lo que él quería para sí. El sexo vacío, del que ya era todo un experto, había comenzado a aburrirle. Par Deneb en cambio, todo era un poco más culposo, aunque no sucedió nada, la tensión que se generó ya le parecía suficiente motivo para cuestionarse qué quería para sí. No negaba la belleza de Dubhe y lo bien que se llevaban como amigos, pero no había comparación con los sentimientos que tenía hacia Crucis, del que se sentía atraído desde hace mucho, mucho tiempo y después de  que parecía algo imposible, como si los astros se alinearan en una configuración muy compleja, la relación se dio.

Dubhe se alejó de Deneb, tal vez no de manera física, seguían viéndose y compartiendo, pero ya no le lanzaba indirectas, ni bromas, y apenas era capaz de mirarlo a los ojos. Deneb por otro lado, pretendía  fingir que todo seguía igual y trataba de omitir esa distancia evidente que comenzaba a generar sospechas en los demás. Canopo por ejemplo estaba muy intrigado e imaginaba que algo había ocurrido después de aquel día en el club.

-Aún no comprendo porque están enojados ustedes dos- comento el chico de blanca cabellera, mientras tomaba un helado, junto con Deneb.

-¡Nada de eso, todo marcha bien!-mintió el muchacho, esquivando la mirada de su amigo.

-Vamos, ya no se hacen bromas, coquetean ni nada- respondió Canopo.

-Es por mi relación, no creo que a Crucis le gustase que continuáramos comportándonos de esa manera- volvió a mentir Deneb, aunque esta vez sonó convincente.

-En eso tienes razón, él es un chico muy especial, poco común en este ambiente, en esta ciudad, en este mundo, diría yo- señaló Canopo.

-Exacto- murmuró Deneb y casi pudo sentir el sonido que producían todos sus sentimientos hacia Deben magnificándose.

Inevitablemente Deneb  había comenzado  a distanciarse de Crucis, a comportarse  más frío. Lo que representaba una lucha terrible consigo mismo. Le parecía una tontería haber sorteado tantos dilemas, finalmente haber encontrado el amor y sentir que…alguien más comenzaba a atraerle. Crucis percibió la distancia de su novio, también como él y Dubhe no se comportaban como antes, pero quiso creer que era el distanciamiento típico de los amigos cuando se comprometen y dejan un poco de lado a los conocidos.   Aunque las caricias, los besos y todo en general comenzaran a parecerle muy diferentes. Fue ineludible comentar lo que estaba sucediendo. Una tarde, en medio de uno de los jardines del campus. Crucis  le manifestó a Deneb lo extraño y errático que le parecía su comportamiento. Que los primeros días le habían parecido maravillosos, pero que todo era muy diferente ahora y necesitaba estar seguro de estar haciendo lo correcto y esa actitud no le ayudaba en lo absoluto. Creyó que lo mejor sería darse un tiempo y sin que Deneb pudiese contra argumentar, se levantó y se alejó caminando hasta desaparecer entre la multitud.

Deneb ni siquiera pudo moverse, su corazón dolía, pero de una manera muy distinta a lo que había imaginado, comenzó a llorar y tomó su móvil para pedirle a Canopo que fuera en su búsqueda, pero su amigo nunca contestó. Miró detenidamente en  la pantalla de su móvil el número de Dubhe, pensó un buen rato si llamarle o no, todo era muy confuso, había cambiado tanto, pero en ese instante necesitaba de alguien y casi por un impulso ajeno a él, terminó discando a Dubhe. Él contestó inmediatamente y al escuchar el estado en que Deneb se encontraba, no dudó en ir en su ayuda.

Caída la noche, en el campus, Dubhe encontró a Deneb aún sentado en la banca. Fue la primera vez en semanas que volvían a mirarse a los ojos, y todas esas emociones que sintieron aquella mañana, parecieron reflotar con peligrosa intensidad.

Continuará.

lunes, 17 de octubre de 2011

Capítulo 7: Amores y amoríos InterGalácticos

Un día después que Deneb y Crucis cumplieran su primera semana de novios, se encontraban caminando junto a  Canopo su novio y también Dubhe con Sargas un muchacho con el que estaba saliendo desde hace tres días. Iban con dirección a Galaxia, el club de ambiente de la ciudad que daba una fiesta por su aniversario.           Crucis era un novato en muchos sentidos y esa sería su primera vez en un club gay. Él y Deneb atravesaron la puerta juntos, tomados de la mano y dejándose envolver inmediatamente por la música y la multitud.

Canopo  miró a Deneb y le dio una radiante sonrisa mientras se desaparecía entre  el mar de gente. Dubhe por otro lado, besaba efusivamente a su acompañante, sin notar que al lado del otro chico lo miraba con ganas de reprocharle algo. En efecto, se trataba de su última conquista que se había sentido utilizada y le armó un pequeño escándalo que los guardias alcanzaron a aplacar, pero que fue suficientemente incómodo para que Sargas lo abandonara.

-¿Qué pasa?- Preguntó Deneb al sentir que Crucis se estremecía levemente.

- nada, es solo que, es primera vez que bailo con otro chico- respondió con timidez. Deneb sonrió y le dio un tierno beso en la boca, volvió a tomar sus caderas y siguió bailando con su novio. 

A la distancia Dubhe observaba la pista de baile, se había sentado en el sector de los “depredadores”, aquellos hombres que observan a los chicos hasta que encuentran algo apetecible y se lanzan al ataque.

-¿Solo?- preguntó una voz atronadora que Dubhe pudo escuchar sin ningún problema a pesar de la intensa música.

-Eso parece- respondió desanimado y sin siquiera ver a su interlocutor.

-¿Y puedo hacerte compañía?- preguntó el hombre.

- Allá tu- murmuró Dubhe siguiendo con la vista sus amistades. Canopo lucía radiante  junto a su novio e igualmente Deneb y Crucis.

-Me gusta tu actitud- envistió el hombre acariciando el hombro de Dubhe.

- Y a mí me desagrada tu lentitud- espetó el muchacho levantándose y besando intensamente al hombre hasta hacerlo tambalear y botar algo del trago de un chico que pasaba cerca.

-¿cómo te llamas?- preguntó Dubhe.

-Régulo- indicó el muchacho.             

-Imaginé esta noche de una manera muy diferente, creo que nada en este club hará que valga la pena permanecer aquí, ¿quieres follar?, larguémonos de toda esta mierda- sugirió Dubhe mientras se frotaba el cabello como cada vez que se enfurecía. El único trago que había tomado durante la noche estaba haciendo efecto.

- Insisto, me gusta tu actitud- dijo Régulo besando los labios de Dubhe, tomándolo de la mano y alejándose del club, sin que ninguno de los muchachos notara su ausencia.

Canopo reía a carcajadas, Hamal, su novio, no paraba de hacer comentarios divertidos. Como nunca antes el muchacho se sentía en la gloria, después de años de sufrimiento y relaciones fallidas, sentía que al fin estaba concretando algo verdaderamente sólido. Pero ese pensamiento se desvaneció con una sola mirada; Algunos metros lejos de él, pudo divisar a su amor imposible de  la época de estudiante: Avior, un chico que iba dos cursos más arriba y que era capitán del equipo de futbol, el epítome de la virilidad sumergido en el océano de chicos gays… “¿Qué estará haciendo aquí?” fue lo primero que pensó, antes que Hamal (quién seguramente había percibido algo) lo besara. Para cuando Canopo volvió la vista hasta donde Avior se encontraba, no pudo dar con él, ya no estaba.

Llegando a la hora límite que Deneb se había propuesto, él y Crucis buscaron a Canopo y Hamal, los cuatro recorrieron el club en busca de Dubhe, pero este no apareció ni tampoco respondió su móvil. A la mañana siguiente, Deneb se despertó en la habitación de Crucis, con una leve resaca. Se duchó y marchó hasta su hogar, fuera de su casa se encontró con Dubhe, que lucía demacrado y evidenciando los estragos de su alocada noche.

-¿Dormiste acá?- preguntó Deneb exaltado, al notar lo somnoliento que su amigo se encontraba- que tontería, mira, acá guardo una copia de la llave- señaló mientras levantaba un masetero junto a la puerta.

-Descuida, fueron pocas horas, el chico con el que follé no era ningún romántico- reveló Dubhe con un tono lúgubre poco común en él.

-¿Qué pasa amigo?- Inquirió Deneb.

- Estoy harto de todo, aburridísimo, quiero algo serio, algo estable, como lo de Canopo, como lo tuyo- respondió el muchacho ingresando al departamento.

-Date una ducha, yo buscaré qué podemos desayunar- indicó Deneb. Dubhe ya se había quitado algunas prendas y sin previo aviso se abalanzó sobre su amigo, lo atrapó en un abrazo fuerte que dejó a Deneb absolutamente incapacitado de reaccionar, estaban en la mismísima frontera entre el afecto de amigos y algo más  pasional. Los dos se miraron fijamente y aunque Deneb siempre había sido objeto de la coquetería de Dubhe, esto era algo totalmente distinto.

-¿Si te beso, me rechazarás?- preguntó Dubhe.

-Sigues oliendo a alcohol, no estás en tu sano juicio- respondió Deneb sin moverse. Dubhe acercó sus labios a los de Deneb y la tensión en el ambiente se hizo manifiesta en la piel erizada de ambos.

-No puedo- exclamó Deneb alejando sus labios de los de Dubhe que terminaron besando su mejilla- Estas confundido, te quiero de una forma absolutamente diferente, estoy con Crucis y quiero hacer las cosas bien- agregó el muchacho percatándose que ya podía zafarse de la anatomía de Dubhe.

-Tienes razón, que tontería la mía, lo siento, lo siento, me marcho a la ducha, que de castigo será con agua helada- expresó Dubhe intentando sonar gracioso y quitándose sin pudor alguno lo que le quedaba de ropa.

Deneb sacó una caja de cereales intentando que el rubor y el calor en su rostro se minimizaran. Se sintió orgulloso, porque aunque todo lo que le dijo s Dubhe era cierto, tenía que admitir que su amigo le atraía de cierta forma y en otras circunstancias hubiese cedido, pero después de lo de Póllux, lo de Agena y todo el sufrimiento que padeció, no podía hacerle lo mismo a Crucis.

Continuará...

jueves, 24 de marzo de 2011

Capítulo 6: Alineación

Deneb nunca imaginó terminar aquella noche de esa forma. Caminó por las calles de la ciudad hasta la pastelería en donde había acordado encontrarse con Crucis, pero éste no estaba ahí. Deneb esperó diez minutos y en vista que su amigo no aparecía le llamó a su móvil. Crucis se disculpó pero no estaba en condiciones de salir, sin embargo le dio las instrucciones para llegar a su departamento. El muchacho no era un gran fanático de las caminatas nocturnas, pero ese barrio era muy tranquilo y eso lo aliviaba mucho. Después de varios minutos y de subir en ascensor hasta el piso de Crucis, buscó  el 670 en la puerta y cuando dio con el, miró el tapete y bajó el encontró la llave, tal y como Crucis le había indicado.
Apenas abrió la puerta Deneb evidenció el espacioso lugar y como había muchas cajas a medio empacar. Se dejó guiar por una fuerte ráfaga de viento y llegó hasta la terraza, donde Crucis estaba acurrucado. Deneb se acercó hasta su amigo, se sentó a su lado y le permitió que se recostara en sus muslos, ahí permanecieron en silencio por casi una hora, mientras Crucis sollozaba. Parecía que la muerte de su novia aún no era un teme superado y Deneb no sabía cómo podría ayudarlo, pero imaginaba que su presencia ya era algo.
- Me hace tanta falta Mintaka- murmuró Crucis entre sollozos- Ella debió esperarme- agregó, dejando desconcertado a Deneb.
-¿Esperarme?- preguntó Deneb con extrañeza.
- Habíamos acordado quitarnos la vida juntos- reveló Crucis, helando a su amigo.
-Pero, ¿Por qué?- inquirió Deneb más preocupado en satisfacer su curiosidad que el bienestar de Crucis- si ustedes eran perfectos- agregó.
- En apariencia lo éramos, pero tanto ella como yo ocultábamos un secreto- respondió Crucis.
-¿Ser gays?- concluyó Deneb, haciendo que Crucis levantara su cabeza rápidamente.
-¿Lo sabías?- preguntó rápidamente, mientras secaba sus ojos.
-Bueno, sólo uní cabos, en nuestros tiempos de estudiantes ni lo sospechaba- respondió Deneb.
-Pues, yo hace muy poco que empiezo a asumirlo, me ha costado muchísimo, en parte quiero honrar a Mintaka, que parecía estar más clara en todo y finalmente sucumbió a sus temores- señaló Crucis.
-De haberlo sabido antes, podrían haber contado conmigo- manifestó Deneb, llevando su mano hasta la mejilla de Crucis, que le sonrió.
-Mintaka te estimaba mucho, varias veces nos entreteníamos charlando sobre ti y lo divertido que nos parecías- señaló Crucis- Ella era tan especial, nunca pudo superar el amor que sentía por Alnitak la mezzosoprano del instituto Francés, ellas iban y venían en su relación, pero esa semana habían terminado por vez definitiva- agregó.
-Alnitak, la recuerdo, la chica que cantó para el aniversario del instituto en último año- recordó Deneb.
-Ella misma, al final tuvo un noviazgo con el ayudante del profesor de coro- añadió Crucis.
-También recuerdo haber oído eso como rumor- dijo Deneb, tocando accidentalmente la mano de Crucis, que lejos de molestarse, la apretó con mucha fuerza, mientras se generaba un silencio opacado por el escaso ruido de la adormecida ciudad.
Crucis se incorporó y al hacerlo quedó en una posición cercana a los labios de Deneb. Ambos muchachos seguían sin saber que decir, Crucis ya había secado sus lágrimas y cerrando sus ojos se abalanzó a los labios de Deneb, quien impresionado esquivó el beso echándose atrás, terminando con Crucis sobre él.
-Disculpa, ¿He hecho algo indebido?- preguntó Crucis, preocupado.
-Para nada,  al contrario, si hasta me pregunto si esto podría ser un sueño- respondió Deneb besando a Crucis, girándose para quedar sobre él.  Los besos se mezclaban con las sonrisas incrédulas de ambos muchachos, que siempre se desearon sin haberlo comentado.
Crucis se levantó  y tendió la mano a Deneb para que hiciera lo mismo,  tomados de la mano avanzaron por el departamento hasta llegar a la habitación de Crucis, igual de grande que el resto del departamento, igual de desmantelada, con cajas tiradas en todos lados. Crucis se quitó su ropa, Deneb hizo lo mismo  y se tumbaron en la cama.
-¿Es esto real?- preguntó Deneb.
-Lo es- señaló Crucis, perdiendo algo de la chispa que la pasión le había otorgado.
-¿Qué sucede?- dijo  Deneb acariciando la mejilla de su amigo.
-Me aterra esto, créeme que también lo soñé, pero ¿ y si se vuelve una pesadilla?- comentó Crucis al borde del llanto.
-Ey, no generes versiones terribles del futuro, piensa en finales felices, ¿y si esto se vuelve la historia de amor más bella de la historia?- señaló Deneb con tono de broma que logró su objetivo, hacer sonreír a Crucis. Acto seguido lo besó  tiernamente, sólo posó  sus labios en los de Crucis y  sintió  como si mucho antes ya hubiese vivido aquello. Recordó ese extraño sueño regresando del concurso, en donde Crucis lo besaba.
-¿Y ahora qué pasó?- inquirió Crucis al notar que Deneb se quedaba callado.
-Nada, es que tuve un Déjà vu o algo así- señaló Deneb.
-¿Cómo?, ¿explícame?-  dijo Crucis interesado.
-No sé, me pareció que ya te había besado, o que lo había soñado, algo así-  respondió Deneb.
-Entiendo, bueno, yo te robé un beso en el instituto- confesó Crucis haciendo que Deneb abriera sus ojos de la sorpresa.
-De regreso del concurso, en el bus, fue un impulso, tú dormías, me sentí tan culpable que jamás lo comenté- reveló el muchacho.
-¡Esto es una verdadera locura!, pero no sabes cuánto  me encanta,  es el cuento de hadas que siempre esperé- señaló eufórico Deneb tumbándose sobre Crucis y besando efusivamente sus labios, su cuello, su pecho, su abdomen y llegando a su sexo.  Ambos recorrieron sus cuerpos hasta deshacerse en sudor y conseguir tocar el cielo con las manos.
La mañana los encontró tumbados en la cama, abrazados, desorientados.
-¿Qué hemos hecho?- preguntó Crucis.
-¿El amor?- contra preguntó Deneb, besando al muchacho.
-Nunca antes había tenido sexo con otro hombre- reconoció Crucis.
-¿Y estar de novio?- inquirió Deneb.
-Tampoco- aseguró.
-Y ya que incursionaste en la primera, ¿no te gustaría intentar la segunda?- dijo Deneb risueño.
-¿Es una propuesta?- apuntó Crucis.
-Por supuesto, bobo ¿quieres ser mi novio?- expuso Deneb.
-sí, quiero- dijo sonriendo Crucis y abrazando a Deneb.

-¡Esa sonrisa la conozco, no puede ser más que de una noche de polvos!- exclamó  Dubhe cuando se encontró con  su amigo en el campus.
-Suena algo burdo, pero no te equivocas, estás frente a un chico comprometido- respondió Deneb sin detener el paso hacia la biblioteca.
-¡NO!, o sea que adiós oportunidad de un revolcón entre nosotros, ya sabía yo que este plan de amigo terminaría por opacar cualquier oportunidad de follar, que tu eres muy señorito- bromeó Dubhe mientras abrazaba a su amigo y caminaba junto a él- Además, ahora tendré que buscarme pareja para la fiesta en el club- agregó dando un palmetazo en la nuca de Deneb.
-¡Se me había borrado de la mente aquello, ¡pero ya encontrarás alguien con quién salir, si pretendientes te sobran!- dijo Deneb.
-Sí, pero yo quiero carne fresca, no chicos con los que ya haya cogido, además, irá Canopo y su novio y tú con el tuyo, no quiero tocar el violín a los enamorados- masculló Dubhe.
-Tranquilo, verás como algo surge y la pasamos bien- dijo Deneb devolviendo el golpe a Dubhe y perdiéndose entre el mar de estudiantes que a esa hora transitaba por la universidad.

Continuará.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Capítulo 5: Encuentro sorpresivo

El mes había pasado con gran rapidez para Deneb, lo que en cierto modo le parecía bien, porque entre tantos deberes universitarios, no había tenido mucho tiempo para acordarse de Agena. Seguía reuniéndose con Canopo, aunque últimamente se sentía algo incómodo porque su amigo estaba saliendo con un chico muy simpático, eso era indiscutible, pero de todos modos estar entre medio de la melosa pareja no le resultaba un panorama muy atractivo.  Lo que sí llamaba su atención era reunirse con Dubhe, un compañero de carrera con el que jamás había entablado una conversación, hasta precisamente un mes atrás, cuando el profesor de la cátedra los forzó a realizar un trabajo en conjunto. Dubhe era un poco más alto que él, pero de una contextura muy distinta, con una espalda ancha en relación a su minúscula cintura. Tenía el cabello largo, enmarañado y aunque se notaba que era originalmente rubio, la mayoría de sus mechas tenían un tono verde fluor, vestía de forma ajada con colores chillones y tenía tres aros en su oreja derecha y un piercing  en la ceja izquierda. Dubhe era el cliché del estudiante de arquitectura, alternativo y de sexualidad ambigua. En un principio la relación entre Deneb y Dubhe fue prácticamente nula. Poco parecían tener en común, hasta que Dubhe sin previo aviso preguntó:
- ¿tienes novia?- Deneb negó con su cabeza y siguió ensimismado en el libro sobre arquitectura Art nouveau.
-¿Novio?- contra preguntó.
-No, ahora- dijo sigilosamente Deneb, como si quisiera que nadie más lo escuchara.
-Ya lo sospechaba yo- señaló con satisfacción, dejando a Deneb con algo de curiosidad.
-¿Tan obvio soy?- preguntó Deneb.
-No para nada, eres todo un caballerito, justo como me gustan, pero lo deduje porque hace mucho tiempo te vi con Pólux- respondió Dubhe.
-Ah, ya veo- dijo Deneb sorprendido.
-Sí, estuvimos saliendo un tiempo, pero el chico es muy raro y ante la primera oportunidad que tuve me alejé de él lo más rápido posible- añadió Dubhe haciendo un chistoso gesto con sus manos. De ese entonces se fue forjando la amistad entre los dos chicos, que de vez en cuando Deneb era víctima de la exacerbada coquetería de Dubhe, pero a medida que se contaban más detalles de sus respectivas vidas, iban apoderándose de los dramas. Así Dubhe conoció a Canopo y su nuevo novio y también se enteró de lo perturbado que había dejado a Deneb haberse encontrado con Crucis. Dubhe por otro lado estaba en un plan más relajado, con Pólux había durado dos meses pero la mayor parte del tiempo se las pasaron discutiendo, ahora no quería comprometerse, sólo pasarlo bien sin catalogar sus relaciones de ninguna manera.
Esa tarde Dubhe y Deneb iban caminando por el campus, cerca del auditorio de música, cuando de repente vieron un afiche pegado de Galaxia, publicitando una fiesta imperdible.
-¡Tenemos que ir!- Exclamó Dubhe efusivamente, abrazando a Deneb y hasta dándole un beso en la mejilla a su sorprendido amigo, quién no tuvo oportunidad de reaccionar siquiera, sorprendentemente ese contacto  con la piel de Dubhe le hizo sentir el calor que emanaba y hasta su perfume, haciendo que se incomodara y Dubhe lo percibió.
-Lo siento, no fue mi intención- dijo Dubhe.
-Tranquilo, no pasa nada- respondió Deneb, aún descolocado.
-¿Entonces sigo?- preguntó Dubhe con una gran sonrisa en el rostro y acercándose peligrosamente hasta Deneb, hasta que sus labios se toparon por unos segundos. Deneb no alcanzó a girarse para evitar el beso, pero sí pudo sentir que alguien los miraba, un rostro que conocía pero que no imaginaba encontrar en la universidad y menos de esa forma: Era Crucis.
-Lamento interrumpir- dijo Crucis algo avergonzado.
-¡No pasa nada guapo!- espetó Dubhe rodeando con uno de sus fuertes brazos a Deneb quién se zafó inmediatamente de él.
-¡Hola Crucis!- saludó Deneb, incómodo.
-¡Oh, Crucis, la he cagado!- murmuró Dubhe, aunque no lo suficientemente bajo para que Crucis y Deneb no lo oyeran.
-Hola,  te di-divisé a lo lejos y quise venir a saludar- manifestó Crucis.
-Pues muy lindo de tu parte, Deneb no para de hablar de ti- exclamó Dubhe sorpresivamente, haciendo que Deneb se pusiera rojo y le diera un pequeño codazo en el vientre a su amigo- ¿Y qué haces acá?- preguntó rápidamente Deneb intentando que la intervención de Dubhe pasara rápidamente al olvido.
-Bueno, hace unos días recibí una invitación del coro de la universidad para participar, la verdad es que no tenía muchas ganas, pero mi madre insistió- respondió el muchacho.
-¡Ah que lindo!- exclamó Dubhe con un interés algo forzado pero bien intencionado. Aunque después de su intervención vino un silencio incómodo que nadie se atrevía a quebrantar.
-¡Ahora que estás acá, tal vez podrían reunirse a almorzar algún día!- espetó Dubhe.
-¡Qué buena idea!, creo que es lo más sensato que te he escuchado decir- dijo Deneb haciendo que Crucis soltara una carcajada.
-Me parecería estupendo- respondió el muchacho.
-Ey, también estábamos pensando ir a Galaxia, podrías acompañarnos- exclamó Dubhe- ¿o tienes algún problema con ir a un local gay?- preguntó.
-No, para nada, no tengo problemas, aunque no quisiera interrumpirlos- señaló Crucis.
-¿A nosotros?, nada que ver, sólo somos buenos amigos- señaló Dubhe, dándole una palmada en la espalda a Deneb muy fuerte.
-¡Ey!- exclamó Deneb.
- Es por el codazo- respondió Dubhe dirigiéndole una sonrisa a Crucis.
-Ey Crucis, ya comenzará el ensayo- gritó una chica desde el auditorio.
-Bueno chicos, yo me tengo que ir, ha sido un gusto, entonces coordinamos la salida- dijo Crucis mientras estrechaba la mano de los dos muchachos.
-Cuenta con ello- dijo Deneb.
Crucis se alejó con dirección al autitorio y Dubhe lo seguía analizando- Es gay seguro- manifestó sin titubear.
-No sé, no quisiera arriesgarme más, ya he sufrido bastante por un año- dijo Deneb.
-Pero es bastante guapo, así que si tu no lo quieres, yo bien podría intentar algo- señaló Dubhe, provocando que Deneb se preocupara un poco.
-Tranquilo, la química entre los dos se nota a leguas- indicó Dubhe con risas- además te he conseguido un almuerzo y una salida nocturna con él- agregó sonriendo.
-Mínimo, después de ese beso que me robaste- respondió Deneb fingiendo molestia.
-Por cierto, bien ricos tus labios- dijo Dubhe agarrando a su amigo por el cuello y retomando su camino por el campus.
Aquella noche a Deneb le costó mucho quedarse dormido, había comprendido que evitar un encuentro con Crucis había sido una tontera, sabía que era tarde, pero no pudo evitar tomar su móvil y enviarle un mensaje de texto a Crucis, un escueto “fue lindo verte” que a varias cuadras de distancia, Crucis recibía en su viejo departamento, justo cuando  había salido a la terraza donde Mintaka había saltado. Era primera vez desde su muerte que volvía a pisar ese lugar y lo había consumido una necesidad de olvidarlo todo. Ese mensaje lo había rescatado de ideas suicidas. Crucis se sentó en el frío piso de la terraza y dejó de sentir la ventisca de la noche y comenzó a escribir.
-No estoy bien, ¿podríamos charlar ahora?- escribió Crucis antes de que comenzaran a brotar algunas lágrimas de sus ojos.
Deneb leyó el mensaje y se preocupó, marcó el número de Crucis y lo llamó- ¿Dónde estás?- preguntó el muchacho.
-En mi departamento, sé que es tarde, pero ¿te parece si nos vemos fuera de la pastelería?- respondió Crucis.
-En unos cuarenta y cinco minutos estaré allá- dijo Deneb, quien aceleradamente se vistió y partió a ese encuentro  sorpresivo.

Continuará.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Capítulo 4: Profundos deseos

Una de las cosas que Deneb lamentaba de la universidad, era como imperceptiblemente lo había absorbido al punto de perder el contacto con viejas amistades, como Crucis su amigo del instituto al que dejó de ver por los estudios y porque él también tenía una vida muy ajetreada producto de su pasión de siempre: El canto.  Deneb siempre sintió un gran afecto por Crucis, también lo admiraba por la convicción demostraba en todas las actividades que emprendía. En primeras instancias creyó que esa admiración era el sentimiento que lo hacía soñar con él, pero luego comprendió que estaba enamorado. Crucis fue el primer chico del que se enamoró, pero en esos años él muchacho tenía novia; Mintaka.
Mintaka era bella por donde se le mirara, pero no obedecía a una belleza terrenal, la muchacha parecía de otro mundo, tenía el cabello melena, de color negro, liso y siempre meciéndose al viento. Su piel era muy blanca en relación a su pelo y a la forma en que vestía;  De riguroso negro porque le encantaba el estilo gótico. Sus ojos eran verdes y finalmente estaba su cautivante sonrisa.  Era la mejor estudiante del Instituto de señoritas de la ciudad y una fabulosa soprano. Mintaka y Crucis hacían una pareja perfecta que producía en Deneb muchos cuestionamientos; Tanto Mintaka como Crucis le parecían sumamente atractivos. Se sentía abrumado cuando les veía felices y se preguntaba si él algún día llegaría a sentir y proyectar el mismo amor que ambos exudaban.
Por la timidez propia de Deneb, además del agotamiento que le significaba lidiar con su confusa sexualidad, nunca intentó acercarse a nadie, Mintaka y Crucis fueron sus eternos amores imposibles, de los que se fue alejando cuando comprendió lo mal que le hacía estar en contacto con ellos.  Renunció al coro del cual él también se había hecho parte, aunque no era tan talentoso como los demás integrantes, sólo había ingresado a él para estar más cerca de Crucis y apenas notó lo dañino que era eso, es marchó sin explicación alguna. Pero de todos modos siguió pendiente de la vida de ambos, de sus logros, los éxitos, las giras y el renombre que adquirían como grandes intérpretes líricos. Lo  último  que supo fue desde los noticieros, cuando sin motivos aparentes Mintaka se lanzó desde el octavo piso del departamento que compartía con Crucis. Seguramente por eso ahora estaba viviendo con sus padres, reflexionó Deneb.
A pesar de todo lo sucedido, Deneb y Canopo seguían viéndose y almorzando juntos, la única condición era no hablar de Agena, de quién Deneb había recibido algunas llamadas y mensajes que no tenía intenciones de leer. El único que leía y releía era el que le había mandado Crucis comentando lo sorprendente que había sido reencontrarse y la posibilidad de coordinar un encuentro.
-Pero, ¿no es gay?- preguntó Canopo, desconfiado de que ese encuentro tuviera un buen final.
-No, no lo es, pero el que me gustara es un detalle, eso está superado- mintió Deneb.
-No te creo, esos bichitos quedan para siempre, te lo digo yo, que aún estoy enamorado de  Avior un chico que iba dos años más arriba que yo en el instituto, si lo volviera a ver creo que me abalanzaría a sus brazos y le robaría todos esos besos que no me atreví  a darle en su tiempo- dijo Canopo dando un largo suspiro, pero viendo la cara reprobatoria que ponía su amigo agregó- bueno, bueno, igual le hará bien tener un amigo después de lo que le tocó pasar.
-Cierto- murmuró Deneb y se quedó un rato en silencio.
-¿Y sabe que eres gay?- inquirió Canopo.
-Supongo- señaló Deneb sin tener certeza de aquello.
-¿Desearías besarlo?- Preguntó Canopo. Pero Deneb se demoró en contestar, de repente esa pregunta le pareció difícil de responder, porque comenzó a sentir que aquel encuentro era revivir un pasado que ya había sellado y las ganas de concretar el encuentro comenzaron a extinguirse.
-No- respondió Deneb mientras tomaba el celular para avisarle a Crucis de lo atareado que lo tenía la universidad y que sería imposible una reunión.
-¿Estás seguro de lo que haces?- preguntó Canopo desanimado, se sintió culpable de la determinación de su amigo, que en un principio parecía tan seguro.
-Sí, nunca había estado tan seguro- mintió Deneb y casi podía sentir como sus más profundos deseos reflotaban.

Crucis se encontraba en el salón de la casa de sus padres, haciendo sus ejercicios vocales junto al piano, cuando escuchó el sonido de su móvil, se detuvo y fue a buscarlo en su bolso. Se alegró al ver que se trataba de un mensaje de Deneb, aunque el contenido lo desanimó mucho, volvió hasta el piano y se recostó en las teclas haciendo que estas sonaran fuertemente.  A su mente vinieron los recuerdos en que ambos estudiaban en el instituto y compartían mucho. Recordó incluso aquel viaje que hicieron junto al coro hasta la capital para participar de un gran concurso a nivel nacional. A Crucis le producía cierta ternura el nerviosismo que invadía a Deneb antes de cada presentación, él lo encontraba un mejor tenor de lo que  su amigo pensaba y aquella presentación resultó magnifica. Todos terminaron muy conformes y en el regreso a la ciudad se fueron celebrando, gritando, cantando. Mintaka que se había lucido con un solo, se quedó dormida apenas ingresaron a la carretera. Crucis fue a charlar con Deneb pero lo encontró tiernamente dormido, igualmente se sentó a su lado y se deleitó mirando el rostro sereno del muchacho, su cuerpo y como se movía con el pausado respirar. De pronto pareció que todos los sonidos se extinguían, menos el de su corazón acelerado, que mientras más se acercaba a los labios de Deneb, más fuerte retumbaba. Fue un segundo o dos, pero para Crucis representó toda vida, una satisfacción que luego dio a la culpa que produce un beso robado, a un amigo y a espaldas de una novia. Rápidamente volvió a su asiento y deseó que Deneb no lo hubiese sentido, pero creía que aquel repentino distanciamiento era consecuencia de su atrevimiento. El mensaje enviado por Deneb parecía sólo un pretexto para el encuentro y Crucis se arrepentía de aquel día en que cedió a sus más profundos deseos.  El muchacho llevó uno de sus dedos hasta una tecla que dejó un sonido grave por algunos segundos, que perpetuó una lúgubre y asfixiante atmosfera en la amplia habitación.
Continuará.

martes, 30 de noviembre de 2010

Capítulo 3: Agena y la desilusión

Desde aquel atardecer la relación entre Agena y Canopo cambió. Luego de encontrarse frente a frente y vulnerados por sus respectivos fantasmas del pasado, apenas pudieron decirse algo, era como si hubiese caído el velo que cubría lo peor de ellos mismos y Canopo descubría que su amigo parecía no haber aprendido nada del engaño de Altair (igual que él), repitiendo la historia ahora con Deneb.

-No le digas nada, yo mismo se lo diré- fue lo único que Agena pudo pronunciar, antes de marcharse y perderse en la ciudad, dejando a Canopo fuera del café.

Durante el fin de semana Canopo se enteró que Deneb y Agena habían ido a Galaxia sin invitarle siquiera, parecía una señal más que evidente de que todo cambiaría y eso mismo se hizo mucho más evidente en el almuerzo del lunes, donde el muchacho de cabello blanco fue invitado por Deneb. Agena ni siquiera lo miró, menos le habló, permitiendo sin querer que Deneb notara la fricción entre los dos.

-Lamento ser tan descortés contigo Deneb,  pero esto se ha vuelto demasiado incomodo para mi y deberías preguntarle el porqué a tu novio- dijo Canopo con voz decidida y levantándose de la mesa sin haber terminado su almuerzo. Poco quedaba del cariño que había sentido por Agena y no sabía se era por su infidelidad o porque Altair siguiera amándolo, la única certeza que tenía era que se sentía culpable de habérselo presentado a Deneb y no quiso quedarse a ver si Agena realmente le contaría la verdad al muchacho.

-¿Qué es lo que debes decirme?- preguntó Deneb dejando de mirar a Canopo a lo lejos y centrándose en su pálido novio.

-No sé a que se refiere Canopo- mintió descaradamente Agena, intentando ocultar su vergüenza engullendo un gran trozo de lechuga.

Deneb era un chico ingenuo, algo inexperto en temas amorosos, pero Agena lo era mucho más mintiendo.

-Ya sé de que va esto- comenzó a decir Deneb- y lamento que no tuvieras la confianza para decírmelo si ambos sabíamos que esto no era amor, aunque llegué a creer que podría ir encaminado a eso, tontera la mía- sentenció el muchacho mientras se levantaba.

-¡No es tan simple!- exclamó Agena intentando levantarse para impedir que Deneb se marchara.

-¡Claro que no lo es idiota, me ilusionaste!- gritó Deneb enfurecido y lanzando parte de su gaseosa en el rostro de Agena, antes de marcharse de aquel lugar. Parecía increíble, pero el dolor que sentía era superior al que sintió por Pólux. Deneb contuvo las lágrimas que amenazaban con emerger y llegó hasta las viejas escaleras de piedra perteneciente al sector más antiguo de la universidad. Ahí notó que Canopo estaba sentado en un peldaño  mientras se fumaba un cigarro y se acercó a él. Deneb no le dijo nada, sólo se sentó a su lado y apoyó su cabeza en el hombro del muchacho. Ahí se quedaron algunos minutos, sin decir nada, hasta que Canopo terminó de fumar.
-Hace tiempo que no lo hacía- dijo Canopo apagando la colilla del cigarro con su zapato.

-Es un farsante- murmuró Deneb intentando no llorar.

-Lo lamento mucho, apenas me enteré de lo que sucedía sentía que tu debías saberlo- dijo Canopo llevando su brazo hasta el hombro de Deneb.

-No lo lamentes, la culpa no es tuya- señaló el muchacho.

-De cierto modo sí, yo confié en Agena y los presenté- recordó Canopo.

-Me pasa por ser un iluso- sollozó Deneb justo antes que ya no pudiera contener su llanto y de sus ojos cayeran muchísimas lágrimas. Canopo acercó mucho más al muchacho y le permitió posar su cabeza en sus piernas, dejó que el llanto corriera libremente y humedeciera parte de sus pantalones. No sabía muy bien como ayudarle, pero esta seguro que su presencia ya era un aporte.

Llegar esa tarde al departamento resultó para Deneb un martirio apenas soportable. Todo le recordaba a Agena, ni hablar de algunos cuadernos y otras cosas que el muchacho había dejado en casa.  Ya vería como se las haría llegar a Agena sin tener que volver a verle. Se sentía moralmente reducido y creía que podría pasarse el resto del año tirado en cama sin salir de casa o ir más a la universidad, pero eso era demasiado utópico y sabía que tarde o temprano volvería a encontrarse con Agena y habría que saldar todo para dejar el asunto lo más cerrado posible y continuar.

-¡No, no me quedaré aquí!- dijo en voz alta Deneb mientras miraba su desordenado departamento, daba media vuelta y salía del sin una dirección determinada.

En pleno centro de la ciudad. Agena estaba sentado en una banca esperando que Régulo llegara. Apenas el fornido muchacho de cabello rubio y alborotado apareció, Agena se sintió más tranquilo, no había sido un buen día, se sentía horrible por haber herido a Deneb, pero no podía mentirse, él seguía enamorado de Régulo.

-¿Por qué me llamaste, quieres otro polvo?- preguntó Régulo luego de saludar a Agena.

-Se ha enterado- indicó Agena de manera cortante.

-¡Pero que descuidado!- exclamó Régulo molesto- te dije que esto era sólo un juego, no quiero nada serio, bien sabes que estoy saliendo con otros chicos, ni se te ocurra hacerte ilusiones conmigo- agregó el muchacho a la defensiva.

-¡Canopo nos vio salir del motel el otro día, listo!- lanzó Agena enojándose con Régulo.

-¡Mierda!- profirió Régulo- bueno, será mejor que dejemos esto por un tiempo, me divierto mucho contigo, pero no quiero tener novio, ¿vale?- preguntó Régulo levantándose de la banca y marchándose. Agena quedó estupefacto, sin comprender del todo lo que había ocurrido, aunque le parecía un ajusticiamiento kármico  con un toque de humor negro escalofriante. Había roto un corazón hace unas horas y ahora él estaba siendo rechazado. La desilusión y el arrepentimiento no podía ser mayor.

Deneb caminó varias cuadras oyendo algunos de los temas que tenía en su reproductor. Llegó hasta una esquina donde se encontraba su pastelería favorita de la ciudad y pensó en comprarse algo para endulzar la vida. Jamás imaginó que al ingresar a la tienda se encontraría con un viejo amigo y antiguo amor imposible: Crucis, con quién había estudiando en el instituto, pero que luego se distanciaron por sus diferentes intereses. Mientras que Deneb estudiaba para convertirse en arquitecto, Crucis lo hacía para convertirse en un cantante lírico.

-¡Esta sí que es una sorpresa!- exclamó Crucis, sonriente y acercándose para abrazar a Deneb.

-¡Tanto tiempo!- dijo Deneb recordando el calor de Crucis y ese característico delicioso aroma que seguía recordando a la perfección a pesar de los tres años que no se veían.

-¡Demasiado!, ¿vives cerca de acá?-  preguntó Crucis arreglando los anteojos que cubrían parcialmente sus ojos azules.

-La verdad no, vivo a varias cuadras de acá, salí a caminar y despejarme un poco- respondió Deneb.

- Bueno, yo tengo un departamento cerca de acá, aunque estos últimos meses los he estado pasando con mi familia- reveló Crucis con algo de timidez en sus palabras, como si intentara evitar algún detalle en la conversación, pero aquello fue imperceptible para Deneb, quien simplemente dijo- Es que mi día no fue del todo bueno y quise terminarlo con una caminata que me trajo por estos lados y pensé que un pastel de chocolate me vendría fenomenal.

-Dame tu móvil para anotarte mi número y así estemos en contacto, últimamente necesito con quien hablar- dijo Crucis, sacando su móvil del bolsillo y entregándoselo a Deneb para que él anotara el suyo.

Ambos salieron juntos de la tienda, se despidieron con mucho afecto y prometieron comunicarse prontamente. La lluvia de recuerdos gratos que le produjo haberse encontrado con Crucis, hizo que el dolor en el corazón de Deneb disminuyera increíblemente. Eso, sumado al trozo de torta y la llamada de Crucis por la noche,  terminaron por convencerlo que no valía la penas seguir lamentándose y  sería mejor enfocarse en otras cosas, como retomar una antigua amistad.



Continuará.