martes, 23 de noviembre de 2010

Capítulo 2: Canopo y la traición

Habían pasado varias semanas y la relación entre Deneb y Agena marchaba bien, ambos estaban concientes que arrastraban un doloroso pasado difícil de superar, pero estaban confiados que la compañía mutua sería la clave para despertar el amor. Canopo no cabía en su felicidad, él se había atribuido el feliz romance y confiaba en que todo mejoraría para ellos. Los tres muchachos solían reunirse para almorzar en el casino del sector sur del campus, donde Deneb y Agena estudiaban. Canopo sólo visitaba el campus para compartir con sus amigos, sólo le faltaba titularse para ser un tecnólogo médico oficialmente hablando, egresado de otra universidad, además ya había comenzado a trabajar en un laboratorio de la ciudad.

Los días para Deneb habían mejorado considerablemente desde aquella noche en Galaxia, ahora el recuerdo de Pólux se hacía menos doloroso con el pasar de los días y ahora sí confiaba en que llegaría un día en que dejaría  de doler. Algunas noches debía esforzarse mucho para no llamar, pero conseguía apagar esa necesidad pensando en Agena y lo feliz que era cuando estaba junto a él. Deneb sabía de los labios del mismo Agena que a él también a veces le resultaba complejo quitarse los recuerdos de su más reciente amor; Régulo, pero estaba determinado en que un clavo sacaría a otro clavo y esas memorias, de dos años de romance, terminarían disipándose. Canopo también vivía su propia lucha interna con fantasmas del pasado, una lucha vergonzosa, porque aunque siempre intentaba bajarle el perfil, seguía sin poder olvidar a Altair, el chico que había jugado con él y Agena. Parecía difícil de creer que desde casi  tres años de que él y Agena encararan a Altair, jamás hubiera intentado iniciar otro romance. Canopo solía decir que había perdido la confianza en los hombres, pero en realidad sabía que seguía añorando el cuerpo de Altair. Hace dos semanas Altair había vuelto a llamarle, y las primeras diez veces Canopo no contestó, luego vinieron los mensajes de texto en donde el chico pedía que se volvieran a encontrar y que resultaba importante. Con el corazón acelerado a full y sintiéndose un traidor, por estar quebrantando un pacto hecho con Agena, Canopo respondió uno de esos mensajes y terminó citándose con Altair.

Era jueves y los chicos habían coordinado almorzar juntos, Canopo llegó con varios minutos de anticipación y esperó a sus amistades sentado, bebiendo una gaseosa e intentando ocultar su nerviosismo, esa misma tarde se renuniría con Altair y los recuerdos gratos de su relación inundaban su cabeza. Deneb y Agena llegaron riendo hasta donde Canopo se encontraba. Los muchachos compartieron como siempre, todo fue agradable, incluso ese incomodo momento en que Agena canceló la cita al cine que tenía con Deneb, excusándose en tener que entregar un informe a un profesor muy estricto. Canopo se despidió de Deneb y Agena, y estos también se despidieron puesto que no volverían a verse hasta el día siguiente. Los tres caminaros por diferentes rumbos en el campus.

Comenzaba a caer la noche, pero el cielo seguía iluminado, algo enrojecido. Canopo caminaba con dirección al café que solía visitar junto a Altair. El metro ochenta que medía el muchacho proyectaba una enorme sombra en el pavimento y él prefería mantener la vista en ella, porque aún no sabía como reaccionaría al encontrarse nuevamente con su antiguo amor. Los ojos color miel del muchacho parecían haberse humedecido incluso, su piel tostada se erizaba cuando recordaba las caricias y la posibilidad de volver a sentirlas. Canopo se sabía completamente ingenuo, sabía que una historia funcional con Altair era imposible, porque Altair en realidad nunca buscó lo mismo que él y porque resultó impactante para él descubrir de sorpresa que Altair tenía una doble relación. Entre Canopo y Agena siempre fue comentario que seguramente mientras andaba con ambos, hubo muchos más.

Desde fuera del local donde la cita se realizaría Canopo miró al frente, ahí se encontraba un discreto motel que alguna vez visitaron los dos luego de tomar unos cafés, se giró sonriente y notó que Altair ya se encontraba dentro, en una mesa próxima a la esquina donde solían sentarse. Empujó la puerta que hizo sonar unas campanitas y caminó con paso firme hasta donde se encontraba su antiguo amor, mucho más delgado y ajado de lo que recordaba. El saludo entre ambos fue sólo de mano y mucho más frío de lo que Canopo había imaginado durante todo el trayecto al café. Apenas se sentaron, el muchacho de los ojos color miel intuyó que el encuentro no tenía el matiz amoroso que había estado suponiendo. Altair lucía lúgubre y apenas lo miraba a los ojos, bebió un sorbo de agua mineral y comenzó a hablar:

-Me alegra que finalmente vinieras, la verdad es que es un gesto que no merezco, por lo desgraciado que fui contigo, pero te lo agradezco- comenzó a decir Altair.

-Al grano- dijo Canopo intentando sonar frío y desinteresado.

-Hace algunas semanas me han dicho que tengo VIH…- señaló Altair bajando el tono de voz, lo que sumado con una repentina rapidez al hablar, le hizo a Canopo muy difícil comprender.

-¿Tu?...- comenzó a decir Altair sin que pudiera terminar- Yo no, me chequeo mensualmente, ya sabes, por mi trabajo- interrumpió Canopo, sacudiendo con su mano sus blancos cabellos, producto de una prematura decoloración.

-Me lo suponía, la verdad es que quise reunirme contigo, para que pudieras advertir a Agena- dijo Altair.

-Agena tampoco es portador, le he practicado exámenes- respondió Canopo con una horrible sensación de tener la cabeza sumergida en el agua. Sentía una enorme tristeza por lo que Altair le estaba contando, pero también porque hasta ahora, Altair evidenciaba mayor preocupación y amor por Agena.

-Me alegra saber esto, llamé muchas veces a Agena pero no me contestó y cuando le envié un mensaje me dijo que ustedes tenían un pacto y que no volvería a hablar conmigo. Me alegra al menos saber que de mi estupidez nació una amistad tan bonita- dijo Altair con una pequeña sonrisa en el rostro.

Canopo no podía sentirse más incómodo e más iluso, se excusó diciendo que tenía que comprar algunas cosas y se despidió de Altair apenas tuvo oportunidad. No lamentaba haber asistido al encuentro, pero aún así se sentía  un traidor. Atrás quedaba el intenso aroma a café, el sonar de las campanitas de la entrada y un pasado que nunca debió revivir. El muchacho aún devastado volvió a contemplar aquel motel que muchas veces los cobijó y se entristeció de repente, porque sus más gratos recuerdos de felicidad estaban teñidos de engaño. Pensó en marcharse cuando la puerta del motel se abrió y vio salir de ella a Régulo, seguido de Agena, ambos sonriendo. Régulo besó a Agena y se alejó rápidamente. Agena se quedó bajo el dintel, se llevó su mano a la boca intentando capturar algo de la esencia del intenso beso de Régulo. Apenas se incorporó y dispuso a partir se encontró frente a frente con Canopo provocando una sensación de decepción que impedía a ambos moverse, saludar o decir algo.

Continuará.

2 comentarios:

  1. Una pillada en toda la regla si señor, veremos a ver que hace Canopo con la información.

    Besos.

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  2. Uhmmm, o una pillada o una trampa en toda regla ¿no?

    Bicos Ricos

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